domingo, 22 de febrero de 2009

EDUCACIÓN SENEQUISTA. ACTO CUARTO Y EPÍLOGO

El mes de septiembre de 1979, pronto hará treinta años, vino con la novedad de que algunos de mis compañeros a los que le había quedado el inglés, vinieron a casa a pedirme les tradujera una serie de exámenes con preguntas. Aquello no me sonaba bien aunque me presté a hacerlo. Alguien le había comentado a alguien la facilidad de entrar en los departamentos de las asignaturas del Instituto, a mediodía, sin forzar nada y hacerse con los exámenes. Nos pusieron en contacto con un compañero de otro curso que a la sazón vivía en los bloques de pisos colindantes al centro. Este chaval tenía en su casa un tablón de madera con todas las réplicas de las llaves de todos los departamentos del Instituto; había entrado día a día, realizado una copia y te podía facilitar la que desearas con la sola obligación de devolvérsela. Pues según parece, mis amigos lo hicieron, arramblaron con un puñado de examenes, me los dieron, los hice todos y al parecer, el examen tenía tres folios, de los cuales acertamos con dos, con lo que el resultado fue un éxito: todos aprobaron.
Pero la verdadera novedad del curso fue la llegada, por vez primera en la historia del "Séneca", de las chicas. Llegaron a todos los cursos, pero a nosotros, como ya estábamos en COU, sólo nos pilló ese curso. Aquel año había dos clases de Letras y tres de Ciencias. En la mía, letras puras, con Latín y Griego, llegaron varias compañeras procedentes de distintos centros (Teresianas, Francesas, Esclavas, etc.). Recuerdo a Trinidad García López, hoy insigne compañera Letrada, su inseparable amiga de colegio Maite, María José de Diego, María Victoria Gómez Muñoz -a la sazón hija del que después sería mi Teniente Coronel de Artillería, D. Fernando Gómez Puebla - Mariví de las Heras, Catalina Sánchez Sánchez, etc. Pero si había una chica peculiar, esa era Esperanza Muñoz de la Espada, única procedente de las francesas. Esta iba a su bola, independiente, no solía relacionarse mucho con las demás, aunque cuando después la conocimos de verdad, se unió a nuestro grupo de amigos.
Las chicas cambiaron nuestra forma de ser, me refiero a nuestro comportamiento de chavales borricos: se acabaron los eructos, pedos y demás historias escatológicas, al menos delante de ellas. La gente se volvió un poco más "fina". Algunas de ellas se unieron al grupo de teatro, como fue el caso de Mariví o María José, lo que nos permitió escoger obras donde estuviesen representados ambos sexos.
En cuanto al profesorado, el tipo más peculiar que nos tocó aquel año fue el profesor de Filosofía, D. Otto Wagner López. Según parece, hijo de un alemán y una gaditana. Tío alto, fuerte, de poco pelo, piel clara, con grandes morros y ojos azules o grises. Estaba un poco "ido". Sus clases eran de lo más estrafalario. Nos decía que para él buen alumno era el que vestía de orden, vamos con pantalón de tergal, se refería claro a los chicos, y no con vaqueros. Ya ves tú, cuando la mayoría de nosotros era el vaquero lo que más usábamos. Otra detalle para él era leer la tercera del ABC; ahí entendimos por lo menos yo que la tercera, era la tercera página del periódico ABC y, para finalizar, la música, que por supuesto tenía que ser la clásica, nada de rock and roll, ni demás memeces. Por ello, eran muy pocos los que cumplían con los tres requisitos y puede ser por lo que en Junio de aquel curso fueron muy pocos los que aprobaron la disciplina, entre los que tampoco yo estaba.
Como anécdota acaecida con este personaje, contar que un día que estábamos de huelga, no recuerdo por qué motivo, y dado que su clase era de doce a una y como quiera que no pudimos hablar con él para comunicarle que no entraríamos a clase, algunos de nosotros nos colocamos en la entrada del Instituto para esperarlo. Y, en efecto, unos diez minutos antes apareció por la cuesta Don Otto, nos acercamos a él y le contamos lo que pasaba. Él se quedó un poco perplejo por las noticias y cuando alguien le dijo que se había colocado un cartel a la entrada del centro, su respuesta fue que no lo había visto, sobre todo, "porque cuando yo entro, entro mirando al infinito". Todo estaba dicho. Fue una respuesta inesperada que demostraba quién era el tipo.
Ese año hicimos de nuevo teatro. Joaquín seguía siendo nuestro profesor de Literatura y nuestro director artístico. La obra elegida fue de Alejandro Casona y el tema, la ínsula barataria o el Gobierno de Sancho Panza. Por supuesto que el papel de Sancho lo interpretó Antonio Luque. Con la excusa de la obra de teatro aquel año volvimos a viajar a Melilla.
Por cierto que ese año fue el de los viajes: hicimos la Ruta de la Plata (carretera Badaloz adelante, hasta Mérida, Trujillo, Plasencia y, por supuesto, hasta el Monasterio de Yuste, última morada del Emperador Carlos V). Me prendé de Mérida, aquella Emerita Augusta me caló tan hondo que si tuviese que irme a vivir a otra ciudad que no fuese Córdoba decidí que sería Mérida mi destino. En Trujillo me impresionó sus casa solariegas así como el monumento a Trujillo, imponente sobre su caballo, figura ecuestre a cuyo lado nuestro Gran Capitán parece ir montado en un pony.
Ese viaje estaba dirigido por Joaquín y el profesor de Latín, D. José, Catedrático de dicha asignatura y pedazo de profesor, buena gente y sabiendo enseñar. No olvidaré las traducciones de Virgilio. Hace unos meses concidí con él en un funeral y me dijo que dejó la enseñanza media y que ahora está en Filosofía y Letras.
Respecto al Griego, nos los siguió dando la Srta. Nemesia Nevado. Sólo éramos doce alumnos. La mayoría de alumnos de letras prefirieron la Historia del Arte, con José María Zapico. A todos se nos hizo complicada la asignatura, menos mal que teníamos a Antonio Luque pedazo compañero que nos pasaba siempre el examen y así aprobamos todos. Como anécdota de esta asignatura decir que hubo un compañero, cuyo nombre me reservo, que en el colmo de la copia se lo hizo en un examen con un libro, del cual copió toda la traducción. Cuando la Nevado dijo los resultados de la prueba, se dirigió al citado alumno y le preguntó sobre la traducción, le dijo que le parecía demasiado libre; el compañero, sin inmutarse le replicó que se había estudiado de memoria un libro que él tenía y que cuando hizo la pregunta, se acordó literalmente del texto. No se lo creía ni él, ni por supuesto, la Nemesia. Ésta por sí o por no le hizo repetir el examen durante la clase. No hace falta dudar que se lo pasó Luque y finalmente aprobó. Aquello era soltarse de manos, vamos una chulería, pero no se repitió.
La Lengua española. Me refiero a la asignatura. La impartía Alfonso Uruburu. Hasta el nombre era feo. Al principio no tuve problemas puesto que era de mis preferidas, siempre lo ha sido y siempre lo fue. El problema surgió al poco de comenzar el curso. Nos puso un examen, creo que de sintaxis, de oraciones gramaticales, cuando repartió los exámenes con las notas, compruebo que había tenido dos o tres fallos y de nota ponía un 4,5. Aquello me extrañó sobremanera y cuando me levanté de mi sitio a preguntarle al Uruburu, me detuve a preguntarle a mi primo Rafa Centella su nota y me dijo que un 8,5. Le dije qué fallos había tenido y para mi sorpresa, eran los mismos que los míos. Entonces mi sorpresa se convirtió en indignación y me planté delante del profesor con los dos exámenes, el de mi primo y el mío. Le pregunté cuál era su método de corrección. El tío se puso colorado y tras reponerse porque no esperaba mi pregunta, me dijo que él tenía en cuenta no sólo los conocimientos sino también el comportamiento en clase. Le repliqué diciéndole que lo que era el examen era referido a saber, conocer la asignatura, nada de comportamientos que para eso haía otra nota.
Descubrí en aquel instante varias cosas: que me tenía fichado junto a otros compañeros de clase como golfos, por no atender en clase; que prefería a los de las primeras filas -entre otros, mi primo- los demás éramos la chusma y, por último, no hacer lo que hice: enfrentarme a un profesor.
Me dijo que si quería que me aprobase. Yo le dije que aquello no era justo. De pronto, y de forma aturullada tomó mi examen y me puso encima del 4,5 un 5. Como sabía que tenía una libreta donde apuntaba los resultados, le obligué a modificarla. Aquello fue mi perdición, sin saberlo me había creado un gran enemigo.
Más adelante puso un examen exclusivo de verbos, todos los tiempos y todas las conjugaciones. El día del examen, cuando todos estábamos en ello, de pronto se me ocurrió levantar la cabeza, el tío me miró fijamente y no sé por qué reacción ni motivo, me enrojecí y agaché la cabeza. No pasó nada. Pero cuando puso la nota y nos dio los exámenes, sólo había fallado en un acento. La nota un 9,5 y al lado decía "buena memoria o copia". Yo, que me sabía los verbos desde siempre y que estudié. Esta vez no le dije nada, pero aseguro que me acordé de toda su parentela. Así llegamos a fin de curso y allí me estaba esperando. Me suspendió a mala leche. No suspendí, me suspendió adrede y no aprobé hasta la convocatoria de septiembre. Todavía lo veo por la calle y el tío me mira raro y más de una vez he estado por irme para él y..., pero no merece la pena. Como dice mi madre, en el pecado lleva la penitencia, aunque creo que su conciencia nunca quedó tranquila.
Pero como todo en mi vida siempre ha sido ver lo positivo, el lado bueno, aprendía con ese tipo una gran lección: nunca te enfrentes directamente a quien tiene el poder o te perjudicará.

Por lo que se refiere al ocio y diversión de aquella época, decir que la promoción que iba delante nuestra, no olvidemos, la primera que inició el invento del B.U.P., sí la que estaba en COU cuando nosotros cursábamos tercero, decidió organizar el viaje fin de curso y para sacarse unas "pelas" pidieron permiso para hacer fiestas los sábados. Era la moda, al igual que antaño lo eran los guateques, ahora se estilaban esas reuniones a las que llamamos con el nombre genérico de "fiestas". Pues bien, a los que nos precedieron se le dio el oportuno permiso y la cosa les fue bastante bien, de hecho con el dinero que obtuvieron de todas las actividades desarrolladas creo recordar que se fueron a Canarias. El sitio: el Gimnasio grande del Instituto, con entrada por la puerta que tenía al lado del puente de San Rafael.

Con tal antecedente, nuestra promoción a través de una comisión, decidió igualmente organizar el viaje de fin de curso y de igual manera se acordó montar las fiestas los sábados. En el reparto de funciones a mí me tocó estar en el servicio de orden, vamos dentro del grupo uno más. La selección creo fue hecha en base a la altura, para eso sirvió mi metro ochenta y seis, altura que conocí ese mismo año cuando me citaron un día de enero, al igual que a toda mi quinta, en el viejo caserón de Huerto de San Pedro el Real para tallarme con vistas a un futuro no muy lejano cumplir el servicio militar.

Y llegó el gran día. Fue nuestro primer sábado y hubo un lleno absoluto, aunque entre el personal había gente "rara", me refiero con ello a una serie de individuos con malas caras. Fueron precisamente esos tipos quienes, en las dos únicas fiestas más que dimos, los que se cargaron nuestro negocio. Así las cosas, la tercera y última fiesta sabatina terminó como el Rosario de la Aurora. La tarde comenzó mal. A un compañero y a mí nos asignaron la puerta de acceso. Empezaron a llegar gente de todas clases, sobre todo, "choris" que se colaban sin pagar. En cuestión de dos horas aquelló se desmadró. La música era cortada a cada momento requiriendo la presencia del servicio de orden, ora en los aseos, ora en el ropero, etc.

Cuando entré en el gimnasio vi el alboroto existente en la barra. Un grupo de energúmenos tenían acorralado a nuestro compañero Téllez, trincado del jersey y dándole voces. Me acerqué, le di un toque a uno de aquellos chorizos, los cuales se volvieron hacia mí y cuando les pregunté lo que ocurría, me dijeron entre todos que le habían dado a aquel chaval no sé si cuarenta o cincuenta vales y no les quería servir. Conseguí mi objetivo: liberar al compañero que en un momento dado se escapó, quedando ya la barra sola. Como vi que querían seguir conmigo, me fui como pude haciendo mutis por el foro.

Después me llegué al vestuario que hacía las veces de ropero. Allí la escena no era mejor. Había una gran bronca liada entre los encargados y otro grupo de choris que tenían la "sana" intención de llevarse los abrigos y cazadoras que pudiesen, aun sabiendo que no eran suyos. Como quiera que alguien tuvo la lucidez de avisar a la Policía, en esas estábamos cuando, de repente, apareció por la puerta un policía, porra en mano, sin gorra y comenzó a requerirnos sobre lo que allí pasaba. Hablé yo. Le dije que aquellos "señores" pretendían llevarse aquella ropa, a lo que el agente replicó que eso se vería en Comisaría. A mí aquello que dijo me los puso de corbata. Ya me veía dando explicaciones a mi padre y la consiguiente bronca. No sé como lo hice, pero en un momento de despiste, me largué de allí y salí del gimnasio.

Fuera pude ver aparcados hasta tres "lecheras", como les decíamos a los vehículos policiales que, por entonces, llevaban siempre tres funcionarios policiales: un cabo y dos agentes. Hubo alguna que otra detención y bastante escándalo. Como es lógico, la Dirección del Instituto, visto lo visto, decidió que "nunca mais" habría fiestas los sábados.

Tuvimos que ingeniárnoslas de otro modo para sacar el dinero necesario para irnos de viaje. Limpiamos hasta los coches de los profesores, hicimos lotería, pegatinas, etc., y al final con lo recaudado nos fuimos a Mallorca en avión, mi primer vuelo.

Aquel viaje duraba una semana, última del mes de abril de 1980, con regreso el día primero de mayo. Salimos desde Córdoba con destino a Málaga en autocar (dos creo que llevábamos, porque éramos algo más de la centena) hasta el aeropuerto de Málaga. Tutelados por dos profesores: Joaquín Aguilera, como no, y el entonces Jefe de Estudios, profesor de Ciencias. Aunque el vuelo estaba previsto para mediodía, al final se retrasó y no salimos hasta las doce de la noche de aquel día. En el Aeropuerto de Son San Juan nos esperaban otros dos autocares para trasladarnos a la Playa de El Arenal. Hotel pequeño, confortable, casi al lado de la playa. Primer problema, toda la semana estuvo lloviendo. Justo el día del regreso apareció el sol. Entre las anécdotas del viaje, significar la gilipollez de un par de compañeros de robar el chaleco salvavidas del avión. Un grupo de nosotros se perdió toda la semana en la ciudad de Palma, vamos que no dormían en el Hotel. Por lo demás, nos aburrimos como ostras.

El regreso fue más movido. Al llegar al Aeropuerto de San Julián, en Málaga, cuando estábamos esperando el equipaje, para nuestro sonrojo y vergüenza torera, se oyó por la megafonía que se recordaba a la excursión de Córdoba que mien tras no se devolvieran los chalecos salvavidas, dos más a la vuelta, no se nos haría entrega de las maletas. Aquello indignó sobremanera a los dos profesores. Tras esperar un buen rato, alguien soltó en la cinta un chaleco. Ánimo, sólo quedaba otro, que apareció a la nada. Me imagino que nos vigilaban porque en ese instante comenzó a moverse la cinta transportadora y con ella nuestro equipaje.

Tras el viaje de fin de curso, llegaron los exámenes. Aprobé todo menos las dos asignaturas comunes: Lengua y Filosofía. La primera, "gracias" a mi enfrentamiento personal con el profesor, la segunda, porque el profesor suspendió a un porcentaje alto de alumnos entre los que me encontraba.

Llegó el mes de septiembre y las aprobé las dos. Lo siguiente fue la Selectividad, examen realizado durante dos días en la antigua Facultad de Veterinaria, hoy flamante Rectorado. Lo aprobé y la cuestión era la carrera universitaria a cursar.


3 comentarios:

miguel cantarero dijo...

yo si me lo pase bien, lo que pasa es que no te acuerdas exactamente de todo...las fiestas flamencas con los alemanes y los intentos de ligue en las habitaciones...bueno si se te refresca la memoria igual sacas algo positivo de aquello. un abrazo. tu amigo Miguel

antonio cuevas dijo...

HOLA ANTONIO, SOY ANTONIO CUEVAS.
AYER POR LA NOCHE ME DIO POR INTRODUCIR MI NOMBRE EN GOOGLE Y CUAL FUE MI SORPRESA AL DESCUBRIR EL ENLACE CON TU BLOG. LEÍ VARIOS DE TUS ARTICULOS, ENTRE ELLOS LOS DEL INSTITUTO,ES INCREIBLE COMO TE ACUERDAS DE ALGUNOS DETALLES. SU LECTURA ME LLENÓ DE SATISFACIÓN AL RECORDAR AQUELLAS VIVENCIAS Y MUCHO MAS ME GUSTARIA CONTACTAR CON TODOS VOSOTROS PUES HE VISTO QUE MIGUEL CANTARERO TAMBIEN CONOCE TU BLOG. ACTUALMENTE VIVO EN CABRA Y MI CORREO ELECTRÓNICO ES antonioalbertoco@hotmail.com.
VUESTRO AMIGO ANTONIO CUEVAS.

Anónimo dijo...

Mario López. Yo sí me acuerdo de aquel viaje de estudios a Mallorca. Recuerdo hasta el frío que pasé por la noche en ese hotelito del Arenal. Me enamoré de una leonesa (de otro viaje de estudios que venía de Toreno) y ahí quedó la cosa. Muchos abrazos. Vuestro compañero mario lópez.