martes, 19 de mayo de 2009

FACULTAD DE DERECHO - PUERTA NUEVA - EPÍLOGO

Llegamos al Curso 1984-85. Quinto y último año de la Licenciatura en Derecho. Segundo en Puerta Nueva. Primera novedad: elección de delegado de curso. En un principio, opté por no volver a presentarme; mi ego ya había sido cubierto con la experiencia del curso anterior. Se presentó un compañero que, aunque repetidor, no por ello menos eficiente. Su nombre, Ignacio Pereda, Nacho, para los amigos. Todo fue bien en los primeros meses, aunque el problema surgió a final de año, de 1984. Nacho se marchó, desapareció un buen día. Según parece había decidido marcharse a no sé qué misión, vamos que todos creíamos que se había metido a cura. Al pasar los años nos enteramos que no, que había entrado en una Fundación de Acogida de menores y gente desvalida y que su misión era recaudar fondos para ayudar a este tipo de personas con problemas, incluso fuimos hace poco a una cena organizada por todos sus amigos en La Salle: desde aquí un fuerte abrazo Nacho.
Así las cosas, comenzó el nuevo año de 1985 viéndome de nuevo ejerciendo la labor de delegado sin querer queriendo, aunque reconozco que tuve la estimable ayuda de Magdalena Entrenas.
Las nuevas asignaturas eran en su mayoría la segunda parte de las de cuarto. Así, estaba Civil IV, Familia y Sucesiones, Procesal II, Mercantil II y como novedades Filosofía del Derecho y Derecho Internacional Privado. Claro, que aún arrastraba el Derecho del Trabajo y Derecho Mercantil I.
El Derecho Civil, parte Familia, nos la impartió el Magistrado D. Antonio Puebla Povedano, hoy Presidente de una sección de la Audiencia Provincial, entonces del Juzgado de Primera Instancia Número Uno de Córdoba. Sus clases eran amenas, aunque como siempre vinculado al "Albaladejo". Familia, en cambio, la daba el catedrático D. José Manuel González Porras.
Derecho Procesal II, parte penal, comenzó a impartirla Juan Burgos. Cuando éste venía, la gente optaba por irse a la cafetería. Nos dio el procedimiento monitorio, actual abreviado penal, ya que lo de monitorio ha pasado al ámbito civil. La gente esperaba a ver quién venía a dar la clase: si era Peláez, la mayoría se quedaba, pero si era Burgos, todos salíamos flechados para la cafetería.
Mercantil II, títulos valores, concursal, etc., nos la daba el catedrático D. José Mª Viguera Rubio. Tío centrado que venía de Sevilla, guardaba sus explicaciones por riguroso orden, siempre enchaquetado y hablándonos de usted.
Con este profesor llegó el escándalo en este curso. Bueno, no sólo con él, sino también con el representante de curso, Sebastián Almenara. No dije antes que para el año que quedaba, todos decidimos que continuase en ese puesto dicho compañero, aunque luego, la mayoría se arrepintiese de la decisión. Todo ocurrió así. Un Lunes de primavera, antes de que llegase Viguera a dar su clase como siempre, Sebastián me dijo muy nervioso que había ocurrido algo en la Junta de Gobierno del Viernes anterior. Antes de que terminase de contármelo, aparece el citado profesor, sin chaqueta, en plan como se dice ahora "casual wear". Se dirigió a la pizarra y escribió tres frases en latín, entre las que figuraba "pacta sunt servanda" o la que dice "rebus sic stantibus". La gente estaba perpleja, no entendía nada, pero, D. José María no íbamos por la letra de cambio? decían unos. Viguera no atendía a explicaciones. Al final de la clase por fin se aclaró todo. Sebastián estaba a mi lado con la cabeza agachada.
En definitiva, todo había tenido lugar en la Junta de Gobierno. En el turno de ruegos y preguntas, Sebastián dio las quejas de que los departamentos no cumplían sus horarios de consulta. El Decano, Peláez, le desafió a que no generalizase, que fuese más específico (según Sebastián se habían puesto de acuerdo anteriormente él y Peláez). En ese momento, nuestro representante señaló descaradamente al de Mercantil, vamos que lo crucificó. Y no era para menos: si alguien nunca estaba en su departamento, ese era Peláez. Pero no, se fue a por Viguera.
De ahí venía el cabreo que pilló este último. Nos dijo que ya que teníamos como representante a semejante individuo (la clase comenzó a mirarlo de forma que lo habrían acribillado de haberlos dejado) pues que nos fastidíasemos. Los pelotas de turno, cuyo nombre me reservo, comenzaron a pedirle disculpas de forma bochornosa: parecían niños de primaria; cualquier cosa antes que se les estropease su carrera. Se lo advertí a Sebastián: tío, mientras Viguera esté en la Facultad, tú no apruebas el mercantil. Mis augurios se hicieron realidad, primero, porque una tarde así me lo confesó el profesor en cuestión, del que me hice bastante amigo a su instancia y, segundo, porque, en efecto hasta pasados unos años, no pudo acabar la carrera mi compañero, justo después de irse el profesor a Sevilla de forma definitiva. Como diría un castizo, "cosas de la vida" y, sobre todo, nunca te enfrentes a quien tiene en un momento de tu vida el poder sobre ti.
Derecho Internacional Privado nos la dio una profesora proveniente de la Universidad de Oviedo, discípula de Carrillo Salcedo. Sólo recuerdo de ella la pinta de pasota que tenía y que se admiraba que en pleno mes de mayo fuésemos en manga corta: friolera que era la muchacha.
Filosofía del Derecho. Nos la daba Fernández Escalante con sus locuras que hoy serían tildadas de filonazistas, racistas y todos los istas. De él sólo recuerdo lo que solía repetir. Último curso de carrera, ahora sois todos amigos y compañeros, en cuanto salgáis a la calle seréis competidores y qué razón tenía.
Llego fin de curso. Exámenes. Me volqué en las siete asignaturas, cinco y las dos de cuarto, aunque la más floja fue la de Peláez. Las aprobé todas, menos la de Peláez que fue él quien me aprobó como a otros tantos, eso sí con la inestimable ayuda de Almenara.
El día 1 de julio de 1985 celebramos la cena de fin de carrera en el Castillo de la Albaida. Desde entonces y cada cinco años me encargo de reunir a la tropa, aunque no todos comparecen a pesar de ser llamados a capítulo. Siempre han existido los grupitos y parece mentira que habiendo transcurrido casi treinta años que iniciamos la carrera, algunos sean tan nenatos o como se dice en Córdoba, tan faltuscos.