viernes, 20 de marzo de 2009

FACULTAD DE DERECHO

Como decíamos ayer.... De qué me suena eso. Bueno, pues como decía, mi primer año universitario no acabó mal del todo. Aprobé tres de las cuatro asignaturas y pasé a segundo con el Derecho Romano pendiente, aunque llegó febrero y todo quedó arreglado.
El nuevo curso, segundo, seguíamos ubicados en el Hospital del Cardenal Salazar, junto con el alumnado de Filosofía y Letras. Parecía que ya empezábamos a controlar la situación. De los más de quinientos que comenzamos, ya quedaban menos. No dije que entre los compañeros había un grupo al que llamábamos los "abuelos", gente que trabajaba y eran mayores que nosotros. Así, recuerdo a Emilio Berenjena, Antonio López de Letona, etc.
La novedad ese año era que ya éramos veteranos y mira por donde aquel curso, 1981-82, llegaba Lola de Toro junto con otras compañeras de las Francesas como Paqui Escribano, fallecida años después en accidente de tráfico, María Dolores Blanco, hoy Letrada de la Junta de Andalucía y María Fortes, el trío lalala, a cuál más inteligente, Pili Seoane, Rafi Lindo, hoy Notaria de Fuente Palmera y otras más. Llegaron un poco asustados aquellos novatos y cómo no, fueron bañados en huevo, como estaba mandado. El grupo se iba agrandando.
Comenzado el curso, las nuevas asignaturas demostraban que por fin empezábamos a ver algo de Derecho, algo jurídico. Así, por fin conocíamos el Derecho Civil, Civil I, de la mano del Magistrado Juez de Primera Instancia, D. José Luis García-Hichrsfeld, un señor con bigote, peinado hacia atrás, con gran vozarrón, pero sobre todo un caballero. Explicaba aun a su pesar con el "Albadalejo", manual al uso impuesto por el nuevo catedrático de Civil, D. José Manuel González Porras, ya que había sido su maestro. El magistrado no disimulaba su disgusto, puesto que él era de la vieja escuela y para sus clases remitía cada vez que podía al "Castán" o al "Picazo". La verdad sea dicha, el "Albadalejo" no le gustaba a nadie por lo poco didáctico del mismo.
De aquella asignatura, sólo recuerdo que había una compañera que siempre llegaba tarde y como quiera que el profesor dio la orden de cerrar la puerta de la clase, ella se quedaba a tomar apuntes en la misma "gradilla" o escalón existente en la entrada, sentada, escuchando de lejos. Así, hasta que un día la sorprendió el Magistrado y al increparle el porqué de tomar apuntes en aquel sitio tan incómodo, ella le manifestó que dado que le era imposible llegar a tiempo y por no molestar se quedaba allí. Desde ese instante Pura Hernández, que así se llamaba la alumna y hoy es Magistrada del Juzgado de lo Penal en Sevilla, quedaba autorizada a llegar tarde. Creo que el profesor tenía buen ojo clínico y apostó a caballo ganador.
Otra asignatura curiosa, el Derecho Canónico, hoy llamado Eclesiástico, nos la impartía D. Juan Rubio, ex sacerdote que luego llegó a ser Decano de la Facultad, buena gente, tímido, que llegó a calificar al alumnado en tres partes: los sentados delante, el cielo, los de enmedio, entre los que me encontraba con mis amigos, el purgatorio y, los últimos de la clase, los folloneros, el infierno. Nos explicaba unos casos tan raros como curiosos, que si una niña la raptaban unos gitanos, que si luego se casaba, que el matrimonio era rato y no consumado, posibilidad de nulidad del mismo, etc., siempre aplicando el Código de Derecho Canónico, el de toda la vida, que mira por donde, el año 1982 fue derogado por otro elaborado y más moderno aprobado por Juan Pablo II. Pero ese no lo catamos. La primavera de aquel curso llegaba. Existía un patio grande al que daban las ventanas de la clase, hoy inexistente porque sobre el mismo se efectuó la ampliación de la Facultad de Filosofía y Letras. Pues bien, una soporífera tarde a primera hora en la que teníamos esta "alegre" clase y aunque raro, la clase estaba silenciosa, se ve que los gatos silvestres que ocupaban el citado patio o solar, estaban en época de celo y se oían maullidos y bufidos de todo tipo. En un momento dado, se oyó maullar fuertemente a un gato. De repente, el profesor algo alterado preguntó que quién había hecho el gato. Desde el "infierno" una voz dijo: "pues el gato, gilipollas". El follón estaba servido, el alboroto fue general y de estar tranquilos, nos dimos cuenta que había sido el educador quien alegró el ambiente. Ese Rafa Rojano era un cachondo.
Al poco tiempo, se nos presentó a una nueva profesora de prácticas que nos alegró un poco la mustia clase, Salud Rodríguez Serrera, quien luego ejerció como Procuradora y hoy es abogada.
El Derecho Penal I nos lo dio a nuestro grupo de tarde un profesor muy peculiar, Francisco Lillo, asignatura por la que pasamos sin pena ni gloria, aunque fue nuestra toma de contacto con el mundo del delito y nos enseñaron que "nullum crimen sine poenae", manual el Rodríguez Devesa.
Economía la impartía una profesora que también lo hacía en ETEA, esposa de un alto directivo de la entonces Caja Provincial de Ahorros, Zafra-Polo. Sus clases eran amenas, nos dio sobre todo microeconomía. La ley de la oferta y la demanda: mantequilla y margarina. Vamos que la gente compraba margarina si no quedaba mantequilla. Origen del Banco de España, la Bolsa, etc.
Derecho Internacional Público la daba un catedrático maño, vamos de Zaragoza, Mariño de apellido. Un tío la mar de salado, con perilla y bigote que daba gusto oirlo en los temas de tratados internacionales y la zona marítimo terrestre, vamos las famosas doce millas.
El curso fue fenómeno, lo aprobé todo aunque sólo saqué notable en Internacional.
Llegamos a tercero. Curso 1982-83. Seguimos en la judería. Vamos quedando menos. Tenemos asignaturas que ya conocemos, vamos por el nombre. Así, tenemos Derecho Civil II, obligaciones y contratos, que nos la daba el catedrático D. José Manuel González Porras, como dije anteriormente, oriundo de Peñarroya-Pueblonuevo, discípulo de Manuel Albadalejo, cuyo manual nos hizo adquirir; explicaba sus clases y hacía los mismos ademanes que su maestro. Lo pudimos comprobar, al menos yo saqué tal conclusión, cuando vino a dar algunas conferencias años después. Sobre todo, cuando se quitaba y ponía las gafas. Pero decir que se esforzaba por enseñarnos. Una de las anécdotas de aquel año que me pasó con él fue cuando realicé el examen de junio. Como era el vicedecano de la Facultad, tenía un despacho en el Rectorado de la calle Alfonso XIII, me citó allí para que le leyese el examen dado que según decía no entendía mi letra. Nada más entrar, me dijo "Le auguro a Ud. un negro porvenir si se piensa presentar a oposiciones con esa letra que tiene". Mira tú que alegría me dio. Y es que mi letra parecía la de un médico, algo normal a la velocidad que tomábamos apuntes.
La asignatura de Derecho Penal II nos la daba Horacio Roldán Barbero que hoy día sigue dando clase. Buen profesor. Un día explicando el delito de hurto, al ponernos un ejemplo, se le escapó la palabra "mendingo" por mendigo, a lo que alguien le replicó "sí, que estaba mendingando". El jolgorio fue notable.
El Derecho Administrativo I nos lo dieron a la limón Manuel Rebollo Puig y el nuevo catedrático D. Luis Cosculluela Montaner, antes mencionados. Recuerdo la forma de expresarse de Cosculluela mediante un lenguaje culto, cultísimo diría yo. Nos recordaba a aquellos telediarios que decían cosas inentiligibles para el pueblo. Pero si algo hemos de agradecer a ese profesor es que fue el único que nos enseñó algo práctico como aprender a manejar el Aranzadi, tanto su repertorio de legislación como de jurisprudencia. Un día, al hacer referencia a la jurisprudencia, descubrió que nadie se había preocupado de enseñarnos su manejo. Hizo traer varios tomos de la biblioteca, nos lo entregó y nos explico pacientemente su uso. Gracias maestro.
Una disciplina que nos gustaba bien poco por lo aburrida era Hacienda Pública I, se supone que continuadora de Economía. Nos la daba Manuel Renedo Omaechevarría que, por aquel tiempo, salió como diputado al Congreso por el Partido Popular. Nada que comentar.

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