viernes, 20 de marzo de 2009

FACULTAD DE DERECHO

Como decíamos ayer.... De qué me suena eso. Bueno, pues como decía, mi primer año universitario no acabó mal del todo. Aprobé tres de las cuatro asignaturas y pasé a segundo con el Derecho Romano pendiente, aunque llegó febrero y todo quedó arreglado.
El nuevo curso, segundo, seguíamos ubicados en el Hospital del Cardenal Salazar, junto con el alumnado de Filosofía y Letras. Parecía que ya empezábamos a controlar la situación. De los más de quinientos que comenzamos, ya quedaban menos. No dije que entre los compañeros había un grupo al que llamábamos los "abuelos", gente que trabajaba y eran mayores que nosotros. Así, recuerdo a Emilio Berenjena, Antonio López de Letona, etc.
La novedad ese año era que ya éramos veteranos y mira por donde aquel curso, 1981-82, llegaba Lola de Toro junto con otras compañeras de las Francesas como Paqui Escribano, fallecida años después en accidente de tráfico, María Dolores Blanco, hoy Letrada de la Junta de Andalucía y María Fortes, el trío lalala, a cuál más inteligente, Pili Seoane, Rafi Lindo, hoy Notaria de Fuente Palmera y otras más. Llegaron un poco asustados aquellos novatos y cómo no, fueron bañados en huevo, como estaba mandado. El grupo se iba agrandando.
Comenzado el curso, las nuevas asignaturas demostraban que por fin empezábamos a ver algo de Derecho, algo jurídico. Así, por fin conocíamos el Derecho Civil, Civil I, de la mano del Magistrado Juez de Primera Instancia, D. José Luis García-Hichrsfeld, un señor con bigote, peinado hacia atrás, con gran vozarrón, pero sobre todo un caballero. Explicaba aun a su pesar con el "Albadalejo", manual al uso impuesto por el nuevo catedrático de Civil, D. José Manuel González Porras, ya que había sido su maestro. El magistrado no disimulaba su disgusto, puesto que él era de la vieja escuela y para sus clases remitía cada vez que podía al "Castán" o al "Picazo". La verdad sea dicha, el "Albadalejo" no le gustaba a nadie por lo poco didáctico del mismo.
De aquella asignatura, sólo recuerdo que había una compañera que siempre llegaba tarde y como quiera que el profesor dio la orden de cerrar la puerta de la clase, ella se quedaba a tomar apuntes en la misma "gradilla" o escalón existente en la entrada, sentada, escuchando de lejos. Así, hasta que un día la sorprendió el Magistrado y al increparle el porqué de tomar apuntes en aquel sitio tan incómodo, ella le manifestó que dado que le era imposible llegar a tiempo y por no molestar se quedaba allí. Desde ese instante Pura Hernández, que así se llamaba la alumna y hoy es Magistrada del Juzgado de lo Penal en Sevilla, quedaba autorizada a llegar tarde. Creo que el profesor tenía buen ojo clínico y apostó a caballo ganador.
Otra asignatura curiosa, el Derecho Canónico, hoy llamado Eclesiástico, nos la impartía D. Juan Rubio, ex sacerdote que luego llegó a ser Decano de la Facultad, buena gente, tímido, que llegó a calificar al alumnado en tres partes: los sentados delante, el cielo, los de enmedio, entre los que me encontraba con mis amigos, el purgatorio y, los últimos de la clase, los folloneros, el infierno. Nos explicaba unos casos tan raros como curiosos, que si una niña la raptaban unos gitanos, que si luego se casaba, que el matrimonio era rato y no consumado, posibilidad de nulidad del mismo, etc., siempre aplicando el Código de Derecho Canónico, el de toda la vida, que mira por donde, el año 1982 fue derogado por otro elaborado y más moderno aprobado por Juan Pablo II. Pero ese no lo catamos. La primavera de aquel curso llegaba. Existía un patio grande al que daban las ventanas de la clase, hoy inexistente porque sobre el mismo se efectuó la ampliación de la Facultad de Filosofía y Letras. Pues bien, una soporífera tarde a primera hora en la que teníamos esta "alegre" clase y aunque raro, la clase estaba silenciosa, se ve que los gatos silvestres que ocupaban el citado patio o solar, estaban en época de celo y se oían maullidos y bufidos de todo tipo. En un momento dado, se oyó maullar fuertemente a un gato. De repente, el profesor algo alterado preguntó que quién había hecho el gato. Desde el "infierno" una voz dijo: "pues el gato, gilipollas". El follón estaba servido, el alboroto fue general y de estar tranquilos, nos dimos cuenta que había sido el educador quien alegró el ambiente. Ese Rafa Rojano era un cachondo.
Al poco tiempo, se nos presentó a una nueva profesora de prácticas que nos alegró un poco la mustia clase, Salud Rodríguez Serrera, quien luego ejerció como Procuradora y hoy es abogada.
El Derecho Penal I nos lo dio a nuestro grupo de tarde un profesor muy peculiar, Francisco Lillo, asignatura por la que pasamos sin pena ni gloria, aunque fue nuestra toma de contacto con el mundo del delito y nos enseñaron que "nullum crimen sine poenae", manual el Rodríguez Devesa.
Economía la impartía una profesora que también lo hacía en ETEA, esposa de un alto directivo de la entonces Caja Provincial de Ahorros, Zafra-Polo. Sus clases eran amenas, nos dio sobre todo microeconomía. La ley de la oferta y la demanda: mantequilla y margarina. Vamos que la gente compraba margarina si no quedaba mantequilla. Origen del Banco de España, la Bolsa, etc.
Derecho Internacional Público la daba un catedrático maño, vamos de Zaragoza, Mariño de apellido. Un tío la mar de salado, con perilla y bigote que daba gusto oirlo en los temas de tratados internacionales y la zona marítimo terrestre, vamos las famosas doce millas.
El curso fue fenómeno, lo aprobé todo aunque sólo saqué notable en Internacional.
Llegamos a tercero. Curso 1982-83. Seguimos en la judería. Vamos quedando menos. Tenemos asignaturas que ya conocemos, vamos por el nombre. Así, tenemos Derecho Civil II, obligaciones y contratos, que nos la daba el catedrático D. José Manuel González Porras, como dije anteriormente, oriundo de Peñarroya-Pueblonuevo, discípulo de Manuel Albadalejo, cuyo manual nos hizo adquirir; explicaba sus clases y hacía los mismos ademanes que su maestro. Lo pudimos comprobar, al menos yo saqué tal conclusión, cuando vino a dar algunas conferencias años después. Sobre todo, cuando se quitaba y ponía las gafas. Pero decir que se esforzaba por enseñarnos. Una de las anécdotas de aquel año que me pasó con él fue cuando realicé el examen de junio. Como era el vicedecano de la Facultad, tenía un despacho en el Rectorado de la calle Alfonso XIII, me citó allí para que le leyese el examen dado que según decía no entendía mi letra. Nada más entrar, me dijo "Le auguro a Ud. un negro porvenir si se piensa presentar a oposiciones con esa letra que tiene". Mira tú que alegría me dio. Y es que mi letra parecía la de un médico, algo normal a la velocidad que tomábamos apuntes.
La asignatura de Derecho Penal II nos la daba Horacio Roldán Barbero que hoy día sigue dando clase. Buen profesor. Un día explicando el delito de hurto, al ponernos un ejemplo, se le escapó la palabra "mendingo" por mendigo, a lo que alguien le replicó "sí, que estaba mendingando". El jolgorio fue notable.
El Derecho Administrativo I nos lo dieron a la limón Manuel Rebollo Puig y el nuevo catedrático D. Luis Cosculluela Montaner, antes mencionados. Recuerdo la forma de expresarse de Cosculluela mediante un lenguaje culto, cultísimo diría yo. Nos recordaba a aquellos telediarios que decían cosas inentiligibles para el pueblo. Pero si algo hemos de agradecer a ese profesor es que fue el único que nos enseñó algo práctico como aprender a manejar el Aranzadi, tanto su repertorio de legislación como de jurisprudencia. Un día, al hacer referencia a la jurisprudencia, descubrió que nadie se había preocupado de enseñarnos su manejo. Hizo traer varios tomos de la biblioteca, nos lo entregó y nos explico pacientemente su uso. Gracias maestro.
Una disciplina que nos gustaba bien poco por lo aburrida era Hacienda Pública I, se supone que continuadora de Economía. Nos la daba Manuel Renedo Omaechevarría que, por aquel tiempo, salió como diputado al Congreso por el Partido Popular. Nada que comentar.

sábado, 7 de marzo de 2009

UNIVERSITAS CORDUBENSIS

Aprobada la Selectividad, denegada la beca solicitada así como el traslado de expediente a Granada para estudiar Filología Inlgesa, sólo me quedaba la opción de cursar una carrera en Córdoba. El problema era cuál. Me decidí por Derecho porque se acababa de crear ese año de 1980 la Facultad de Derecho en Córdoba junto con la de Jerez de la Frontera.
No es que antes no hubiese dichos estudios en nuestra ciudad, existía el Colegio Universitario adscrito a la Universidad de Sevilla, sólo que se cursaban los tres primeros años de la carrera en Córdoba para luego, los dos últimos ir a Sevilla y el título lo obtenías por dicha Facultad. Los profesores venían muchos de ellos desde la ciudad hispalense, aunque otros eran abogados en ejercicio. La sede estaba compartida con la Facultad de Filosofía y Letras, en el antiguo Hospital del Cardenal Salazar, donde siguen en la actualidad estos estudios. Lugar maravilloso e incomparable donde pasé los tres primeros años de la carrera hasta el definitivo traslado al antiguo Hospital Antituberculoso de Puerta Nueva en el año 1984. Parecía que nuestro destino era ir de hospital en hospital sin estar enfermos.
Según supimos luego por el Profesor Peláez del Rosal éramos la Promoción "Princeps". Por lo visto se denominó siempre así a la primera promoción que coincide con la creación de la Facultad de Derecho, aunque administrativamente siempre hemos sido la cuarta. Y ello porque cuando nosotros comenzamos primero, hubo delante nuestra otra promoción que comenzó cuarto, la de 1977-1982, la cual, cuando nosotros comenzamos segundo, ella comenzó quinto. Al finalizar ese año, esa promoción fue la primera que finalizó los estudios de la Facultad de Derecho de Córdoba, sólo que los había iniciado en el Colegio Universitario. Detrás de ella, hubo dos más, hasta que llegó la nuestra, que se licenció oficialmente en el mes de junio de 1985. Por ello, a pesar de ser la cuarta promoción administrativamente hablando, en puridad, es la primera que inició su andadura el año 1980 para finalizar en 1985. Bueno, eso sí, los que acabaron, entre los que me incluyo y que no llegó a medio centenar, de los casi quinientos alumnos matriculados en primero.
Según nos contaron, el mérito de instaurar la Facultad de Derecho en Córdoba se debió a las fuerzas políticas de aquellos tiempos donde predominaba la UCD de Adolfo Suárez y según parece, dado que la Universidad de Córdoba era muy joven, data de primeros de los setenta, se decía que no lo era de forma completa hasta que tenía sus propios estudios de Derecho. Así las cosas, el siguiente problema que surgió fue el del lugar de su ubicación. Para ello se pensó en rehabilitar el antiguo hospital de Puerta Nueva, cuyo claustro perteneció al Convento de la Orden del Carmelo, propiedad de la Excma. Diputación de Córdoba. Todavía quedan recuerdos de su antiguo propietario que se refleja en las puertas de madera de color verde claro y oscuro de algunos departamentos y aulas. La forma de pensar de los políticos quedó reflejada en el tema de las aulas. Como digo, nuestra promoción sola contaba con un número no inferior a quinientas personas y tras la rehabilitación del edificio principal se habían construido ocho aulas, con una capacidad máxima de cincuenta plazas cada una de ellas, recayentes a la fachada principal. Era algo absurdo. Cuando un día le pregunté al Secretario de la Facultad, a la sazón D. José María Viguera Rubio, Catedrático de Derecho Mercantil, el porqué de tal insensatez, el mismo me contó la anécdota siguiente.
Por lo visto, cuando se estaba remodelando el edificio, hacia el año 1981 ó 1982, visitó las obras el Ministro de Administración Territorial, D. Luis Cosculluela Montaner, que luego llegaría a ser Catedrático de Derecho Administrativo en la Facultad, alguien le comentó el número de alumnos matriculados en primero y el problema de las aulas tan pequeñas. La respuesta fue contundente: si queréis Facultad de Derecho tomadla así y luego vosotros la remodeláis o ampliáis, si no, no hay Facultad. Forma más rara de pensar los políticos. La Facultad tenía que adaptarse al edificio y no como debería ser: adaptar el edificio a las necesidades del alumnado y docentes.
Pero no adelantemos acontecimientos. Volvamos al viejo edificio de la judería. Así, como éramos tanta gente, nos dividieron en dos grupos, mañana y tarde, por el viejo sistema salomónico de los apellidos: de la A la L, por la mañana, y de la M a la Z, por la tarde. A mí me tocó por la tarde.
El profesorado, al principio, continuó siendo el mismo del Colegio Universitario, aunque paulatinamente se fueron incorporando nuevos catedráticos en distintas disciplinas. Así, aterrizó un nuevo catedrático de Derecho procesal, D. Manuel Peláez del Rosal, el cual se encargó en un principio de la Biblioteca, aunque unos años más tarde llegaría a ser el Decano. También llegó como Catedrático de Derecho Civil D. José Manuel González Porras, natural de Peñarroya-Pueblonuevo y nuevo en la plaza, el Catedrático de Derecho del Trabajo, D. Federico Durán López, el cual aceptó ser el Decano de la Facultad y su inseparable D. José María Viguera Rubio, como Catedrático de Derecho Mercantil, quien se hizo cargo de la Secretaría de la Facultad.
Como estaba mandado, aquel primer año se inició con la consiguiente novatada. Bromas que gastaban los mayores a los recién llegados. El día que nos tocó a nosotros, yo personalmente logré escabullirme, entre otras razones, dada mi altura y anonimato, observé desde lejos las novatadas. En un momento dado, recuerdo que uno de los veteranos, de segundo, creo que se llamaba y llama José Antonio Balsera, antiguo alumno salesiano como yo, me dijo que si no era también novato. Ante la pregunta, le respondí que, en efecto, que sí lo era, pero que estaba en Veterinaria y se lo creyó, con lo que me dejó en paz. Unos días más tarde comprobó mi mentira. El final de la novatada fue arrojar huevos a los novatos, adquiridos en un puesto de idem, al lado de la Facultad de Filosofía, que luego sería una de las entradas a la Delegación de Empleo de la Junta de Andalucía, en concreto, el C.M.A.C. en la calle Romero, al lado de la taberna Pepe el de la Judería.
Las asignaturas de aquel primer curso eran sólo cuatro: Derecho Romano, impartida por el hoy compañero y Abogado Eduardo García Bala, mientras que al grupo de mañana le daba otro insigne Letrado, Joaquín Illescas. Historia del Derecho, recuerdo que nos la daba un abogado sevillano todos los Viernes, de 16 a 19 horas, tres horas seguidas, para luego volver a la capital hispalense. Derecho Natural lo impartía Adolfo Jiménez-Castellanos, abogado igualmente y, finalmente, Derecho Político, nos lo daba un incipiente profesor, Manuel Rebollo Puig, hoy notable Catedrático de Derecho Administrativo, discípulo de López Menudo, al que constantemente nos hacía referencia.
Como anécdota de aquel curso, decir que la tarde del 23-F, Lunes, día aciago del intento de golpe de Estado protagonizado por el Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina con el asalto al Congreso de los Diputados, y como quiera que unos días antes habíamos realizado el primer examen parcial de Derecho Político, el cual superé sin grandes alharacas, los compañeros que habían suspendido podían revisar su examen en el departamento de Político (por cierto, un adosado a la pared con paneles y una puerta). Bien, pues sobre las 18,30 aproximadamente y cuando en esas estaba mi querido amigo y compañero de carrera, Rafael Perales Romero, viendo el examen con Manolo Rebollo, de repente y según nos contó Rafa, aparece uno de los conserjes, el archiconocido Navarro, y le dice al profesor. "D. Manuel, que acaban de dar un golpe de estado, que ha entrado un guardia civil en el Congreso y los tiene a todos secuestrados". Los presentes se pusieron un poco nerviosos y Rafa que para eso es un lince, le dijo al profesor que en esa situación qué iba a hacer con el primer parcial de Político suspenso, ante lo cual, Rebollo le puso aprobado en el examen y salieron pitando. Ya ves tú, como si aquello fuese lo más grande del mundo. Pero el compañero consiguió su propósito.
Quiero hacer mención a los compañeros que hicimos grupo aquel primer año y que con el devenir de los años seríamos buenos amigos hasta el día de hoy.
Así, en un principio y de forma casi imperceptible nos colocamos en un inicio en orden, conforme a nuestros apellidos. Así, en mi caso, a mi lado estaba la desaparecida Sofía Muñoz Cantador, cuya muerte ocurrió hace bastantes años en un trágico accidente de tráfico, que llegó a ser abogada y era de lo más simpático de la promoción, descanse en paz y sirvan estas líneas de pequeño homenaje. Al otro lado, se sentaba Reyes Muñoz Pinilla, con la que tuve poco contacto, entre otras razones, por su timidez. Detrás mía estaban dos alumnos procedentes del Colegio Cervantes o también llamados Maristas, dos Rafaeles como dos soles: Rafael Perales Romero y Rafael Rojano Segorbe. Del primero ya comenté su anécdota, hoy gran abogado dedicado al mundo del transporte, mientras que Rafa Rojano es funcionario, además de su gran dedicación y pasión al mundo cofrade. Por la letra R también estaba José Rafael Romero Cobos, compañero proveniente como yo del Instituto Séneca, gran amigo y compañero de fatigas, hoy también funcionario. Por su lado, se sentaba nada más y nada menos que José Miguel Tirado Tejedor, vamos Miguel Tirado para los amigos, compañero del Séneca, del teatro, de viajes y de tantos y tantos buenos ratos que echamos, hoy en día abogado en ejercicio, cuyo hermano, Román, fue por determinadas circunstanscias, mi padrino de jura en el Colegio de Abogados. Qué pequeña es Córdoba. Niñas. Respecto a éstas, allí estaba Concha Sánchez Gómez, de Posadas, a la que la conocí por culpa de mi torpeza, vamos que llegué a pisarla sin querer y cada vez que me veía, se levantaba. Creo que me consideraba algo pataleto. Fue al principio, pero luego se hizo del club que nos juntábamos al final de cada clase en los pasillos a fumar, cuando fumábamos. Al grupo también pertenecía Pepa Moreno Chacón, gran amiga y hoy dedicada a la función pública, también Carmen Sáez Lara, proveniente del Instituto López Neyra, para mí la tía más inteligente y lista de la promoción, siempres sacaba sobresalientes y matrículas de honor y no nos equivocamos, hoy es Catedrática de Derecho del Trabajo, fue Letrada del Tribunal Constitucional y yo que sé de cosas más. También estaba la letra Z, destacando entre ella, Juana Zurita Raya, persona amable donde las haya, vamos buena gente, aunque al principio se quedó en el Departamento de Mercantil, opositó al cuerpo de Interventores y se dedica a la función pública, aparte de ser la compañera de otro gran amigo, Mariano López Benítez, otro de los "cocos" de la promoción, haciendo siempre gala de un gran discurso, tío inteligente y compañero de todos, hoy dedicado a la Universidad y Catedrático de Derecho Administrativo. Vaya pedazo de promoción. También estaba un compañero procedente de la entonces llamada Universidad Laboral, Santiago Merino Ávalos, hoy dedicado a la abogacía orientada al tema fiscal. También se unió al grupo otra compañera que al principio siempre iba con Pepa Moreno y que se llama María Dolores Tejederas Uceda, oriunda de Fernán Núñez, hoy trabajando para el Servicio de Empleo, no sé si del Estado o autonómico. No puedo dejar de mencionar a Marina López Aguirre, compañera y abogada igualmente, ni a tantas otras compañeras a las que pido perdón por no recordar sus nombres y referidas a aquel año. La mujer se estaba imponiendo.
Aquel curso se eligió delegado a Federico Nieto, tío de gran labia y cumpliendo siempre con su labor, primo hermano de otro gran estudiante y de igual nombre, me refiero a Federico Navarro Nieto, hoy dedicado a la docencia como Catedrático de Derecho del Trabajo y Decano de la Facultad de Ciencias del Trabajo.
Recuerdo que aquel primer año todavía estaba de moda ir de "mesones", por la judería, sobre todo, la calle Deanes, donde estaban los bares y tabernas donde muchas veces nos reuníamos, en el bar del mismo nombre de la calle citada, hoy desaparecido, "Deanes", el Bar-Mesón "Albolafia", hoy día desaparecido y sustituido como no por una gran tienda de souvenirs, el Mesón "El Burlaero", compartiendo entrada con la puerta falsa de "El Caballo Rojo", "Pepe el de la judería", "Casa Rafaé", "La Uva", donde servían el famoso fifty-fifty, mitad vino blanco mitad dulce, "El Churrasco" para tomar café, Bar "Mezquita", donde te ponían los mejores boquerones en vinagre del mundo, o en "Santos", la mejor tortilla de patatas, Mesón de "El Conde", el Mesón de la Luna, etc.
Ya por aquella época comenzaron algunos problemas suscitados por los planes de estudio, respecto a los alumnos que nos precedían y se montaron algunas huelgas, por ejemplo con el Mercantil, también con la masificación de las aulas, aunque la sangre no llegó al río. Muchos de aquellos huelguistas hoy son reputados abogados, procuradores y hasta jueces. La vida seguía.
También nos apuntábamos a toda fiesta que diesen bien en Agrónomos, Derecho o Filosofía y Letras, cualquier sábado. Un día, algunos nos escapamos de clase y fuimos al Cine Góngora a ver una película nueva, "La vida de Brian", de los Monty Phyton. No me he reído más en mi vida.
En cuanto a los exámenes, decir que no hubo gran dificultad por mi parte en superarlos, menos uno, el de Romano y todo por hacer una gilipollez: quedarme a estudiar toda la noche del tirón y sin dormir. Cuando llegué a realizar el examen, me quedé en blanco y por supuesto suspendí. Juré no volver a hacerlo más. La vida te enseña a base de palos.
Aquel año, sobre noviembre de 1981, llegó la fecha más temida para los varones de la época: el sorteo de la mili. Alguien había ido a la "zona" a comprobar las listas. Entonces existía lo que se llamaba el excedente de cupo que a mí no me tocó. El sistema del sorteo a los que estudiábamos no nos afectaba directamente, ya que la mayoría de nosotros habíamos pedido la prórroga por estudios. Pero sí indirectamente. Me explicaré. Al tener concedida la prórroga, tu nombre no salía en las listas, pero tenías que fijarte en el destino de los de tu misma fecha de nacimiento, porque el lugar de destino de ellos, sería el tuyo cuando finalizases los estudios. Pues bien, a los del mes de enero de 1962, mi mes y año de nacimiento, tenían por un lado, el destino de Olla Fría, en Tenerife, por otro el CIR 4 y 5 en Cerro Muriano y por último, habíamos tenido suerte, porque los nacidos entre los días 11 a 15 de enero, eran excedentes de cupo. En mi caso, mi destino quedó unido al CIR 5, o sea, tendría que hacer la mili pero en Córdoba, no estaba mal. Más afortunado fue mi gran amigo Antonio Cuevas, hoy veterinario, que por haber nacido el día 13 de enero de 1962 fue excedente de cupo. La ley vigente preveía que en tal caso, si renunciabas a la prórroga, automáticamente te habías quitado la mili de encima. Otra incógnita de tu futuro que se despejaba, acabar la carrera y luego hacer el servicio militar.
Claro que existía otra opción: hacer el I.M.E.C. o también llamada escala de complemento, con lo que salías de sargento o alférez, una forma de entrar en el ejército, heredera de los llamados alféreces provisionales de la Guerra Civil, y que si preferías podías seguir ascendiendo, dejando la carrera aparte. Yo lo tenía claro, lo militar no iba a ser lo mío, y dado que me había tocado Córdoba, no pensaba complicarme la vida.
A pesar de formar nuestro pequeño grupo de clase, también comenzamos a conocer gente del grupo de la mañana, aunque no coincidiésemos en el horario de clases. Aquel año también llegaron algunos antiguos compañeros de Salesianos, como Juan Bosco Jurado Pérez o José Antonio González Alarcón, ambos igualmente al día de hoy abogados. De la charpa de Rafa Rojano, comenzamos a conocer gente como Eloísa Carbonell Porras, formidable compañera, hoy dedicada a la docencia, creo que en la Universidad de Carlos III en Madrid, Pedro Ahumada Lara, Inma Córdoba, "Focho", la delegada del turno de mañana, Magdalena Entrenas Angulo, hoy compañera en el ejercicio de la abogacía, su inseparable Berta, o Diego, ya fallecido, "Gabi", Francisco Acosta Palomino, abogado igualmente, así como profesor y Director de la Escuela de Práctica Jurídica, Sebastián Almenara Angulo, hoy Procurador de los Tribunales, no pudiendo olvidar a mi gran amiga procedente del Séneca como yo, Trinidad García López, abogada también, compañeros todos ellos que con el paso del tiempo agrandarían el grupo aún más si cabe. Ese año fue fabuloso en lo que a amistades se refiere. Amplié el número de mis amistades con esta nueva peña, sin descuidar a mis antiguos compañeros, aunque reconozco que nos fuimos alejando cada vez más, ya que con quien realmente estabas todos el día era con los de Derecho.
Se me olvidaba un importante detalle: mi novia de toda la vida y hoy mi esposa, compañera, y madre de mis hijos, Lola de Toro, que a pesar de estar aquel año aún en C.O.U. en su Colegio de las Francesas, ya se venía con nosotros a todos los saraos que podía. Pero eso, eso es otra historia.